Cuando viajé a Nagoya se desató esa misma semana un estado de alerta por covid en Japón. Muchos establecimientos cerraron sus puertas al público o redujeron su horario lo que casi me obligó a cancelar el viaje. Aquí te cuento cómo salió al final mi viaje a Nagoya.
Restricciones
1 de marzo de 2020
Me gustaría remontarme a unos días antes de empezar este viaje. Para febrero de 2020 las cosas estaban un poco tensas en Japón por el tema del corona, pero todo seguía con normalidad gracias al bajo número de infectados. Desafortunadamente, esto cambió radicalmente y se decretó un estado de alerta en el país. Lo que conllevó al cierre de muchos sitios. Uno de los lugares que más ganas tenía de visitar en Nagoya era el Museo de la Ciencia, pero cerraron sus puertas justo el día de antes. Aún así, decidí continuar con el viaje.
Para llegar hasta Nagoya usé un autobús nocturno en el que íbamos solamente 3 personas. Me vino genial para acostarme y echar una cabezadita (sin éxito). Nos plantamos allí a las 6 de la mañana. Lo primero que hicimos fue ir a desayunar a un conbini porque nos moríamos de hambre. Una vez más, por culpa de las restricciones, no pudimos quedarnos a comer allí y tuvimos que salir fuera con el frío que hacía.
Los templos de Nagoya
Nuestra primera parada fue el templo Osu Kannon, donde se guarda la copia más antigua del Kojiki (libro de la historia de Japón más antiguo del país). Recuerdo que me causó gran impresión porque se veía grande con ese color rojo vivo. Además, éramos los únicos allí, así que era como si lo tuviera para mí sola.
Después de eso pusimos rumbo a la estación de tren y en el camino vimos la famosa torre de Nagoya, la cual simplemente es una torre de comunicaciones. Nuestro destino era el Santuario Atsuta Jingu. Si os sois sincera, este santuario me pareció soso y aburrido. Aunque es uno de los más importantes del sintoísmo, no me pareció gran cosa. Estuve finalmente muy poco tiempo.
Dino aventura
Como nos habíamos quedado sin poder ir al museo, hicimos un cambio de planes y decidimos ir a un «museo de dinosaurios». No era exactamente un museo, sino una especie de parque al aire libre con animatronics de estos animales. Estaba situado en el parque de Odaka Ryokuchi (no era exactamente un parque, sino un conjunto de espacios verdes). Como aún era temprano, decidimos dar una vuelta por este lugar y debo reconocer que acabé enamoradísima. Paseamos por un camino de bambú que me pareció muchísimo más bonito, tranquilo y frondoso que el de Arashiyama de Kyoto.
Finalmente entramos en Dino Adventure, donde paseamos por sus laberínticos caminos mientras nos íbamos encontrando robots de dinosaurios. Fue un poco cutre, pero me lo pasé genial.
El castillo de Nagoya
Como ya era mediodía, decidimos volver al centro de la ciudad y comer algo. Acabamos en un famoso restaurante especializado en tonkatsu al lado del castillo de Nagoya. Estaba muy bueno y muy jugoso, el mejor que había probado hasta ese momento.
Nuestra intención era visita el castillo, pero entre que la entrada era cara y estaban con las restricciones, decidimos finalmente no entrar. Nos conformamos con verlo desde fuera.
Para este momento ya nos estaba anocheciendo, como estábamos agotados por no haber dormido, decidimos ir al hotel a descansar y dar así por finalizado mi viaje a Nagoya.
Al día siguiente visitaríamos los alrededores de Nagoya:
Japón día 22: Kiyosu, Gifu y Oda Nobunaga