En mi segundo día por Tailandia nos acercamos a un lugar famoso por sus ruinas. Un lugar muy diferente comparado a Bangkok. Aquí te cuento mi viaje a Ayutthaya.
Minivan a Ayutthaya
8 de noviembre de 2019
Tras no dormir casi nada esta noche (al menos yo), fuimos a desayunar a la cafetería del día anterior. Esta parte del viaje no sabía muy bien cómo hacerla porque había leído varias maneras de llegar a Ayutthaya. Finalmente optamos por una minivan desde la estación de autobuses de Mo Chit.
Cogimos por primera vez un autobús tailandés (después de varios intentos fallidos porque cada persona nos decía un número distinto) y nos sorprendió que hubiera una mujer paseándose por el bus para cobrarnos el billete (19 bahts), algo un poco tradicional. Además, el billete de tren era un pequeño papel cuadricular que sentía que iba a perder en cualquier momento.
Cuando llegamos a la estación tuvimos que preguntar a varias personas sobre cómo llegar hasta la minivan de Ayutthaya. Cuando finalmente compramos los billetes, nos llevaron a dicha furgoneta que estaba, para nuestra desgracia, vacía. En Tailandia, este tipo de transportes, si no se llenan, no salen. Total, esperamos una hora a que se llenara.
Las carreteras tailandesas son puro caos. Creíamos que íbamos a chocar en más de una ocasión.
Llegamos a Ayutthaya
Llegamos a las 12:30, habíamos perdido casi toda la mañana entre el bus, la minivan y el trayecto. Además, en Ayutthaya hacía un calor horrible.
Nada más bajarnos, nos paró una mujer intentando vendernos un tuk tuk de 1 hora por 300 bahts. La idea de visitar este lugar en tuk tuk la teníamos en mente, pero nos pareció tan caro que lo rechazamos. Nos llegó a rebajar hasta 150 por hora, pero finalmente le dijimos que no y nos fuimos.
Fuimos andando hasta el primer templo: Wat Maha That donde compramos un pase conjunto de 220 bahts que te permitía la entrada a seis templos. Al entrar fue como viajar a otro mundo. Estaba repleto de ruinas y extrañas construcciones a las que no estábamos acostumbrados. Me pasé todo el tiempo echando fotografías lamentando que no hubieran más carteles explicativos. Este lugar tenía que haber sido impresionante en su mejor época.
Finalmente llegamos a su mayor atracción: la cabeza de Buda que es rodeada por las raíces de un árbol sagrado para los budistas. Había muchísima cola para echarse fotos. Me pareció muy curiosa.
Mi lugar favorito
En este punto recuerdo que me empecé a marear. Hacía demasiado calor y es que eran casi las 2 de la tarde.
Al terminar con este templo, fuimos a otro que estaba justo al lado: Wat Ratchaburana, con un gigantesco prang. Este lugar, al contrario que el anterior, estaba vacío por lo que lo pudimos disfrutar a solas. Subimos a él y nos echamos un montón de fotos y vídeos. Para este punto ya tenía claro que iba a ser mi favorito.
En su interior vimos algunos frescos que aún se conservaban. Recuerdo que olía bastante mal por dentro, no sé porqué. Desde arriba veíamos las ruinas de alrededor. Sin duda, no dejaba de impresionarme.
Varano salvaje apareció
Luego nos perdimos un poco por las calles y llegamos al Wat Thammikarat, que no estaba en mi lista. Estuvimos viendo las ruinas de este lugar donde predominaban las esculturas de leones.
Cuando nos disponíamos a salir, se nos cruzó justo delante un enorme varano. Era la primera vez que lo veíamos bien. Estos bichos son enormes. Caminaba lentamente hasta meterse a un estanque del que no volvió a salir.
Después de esto, llegamos al Wat Phra Ram. Recuerdo que estábamos tan cansados que en vez de ir a la entrada, nos saltamos el muro para caminar menos. Como llevábamos la entrada combinada solo teníamos que enseñarla si nos paraban.
Su prang no era tan impresionante como el del Wat Ratchaburana, así que no pasamos mucho tiempo aquí.
Los tres chedis
La siguiente parada fue el templo Wihan Phra Mongkhon Bophit, con su estatua de bronce de Buda sentado de 12,45 metros de altura. Estaba rodeado de carteles que explicaban su construcción, pero no había ninguna explicación en inglés.
Justo al lado estaba el Wat Phra Si Sanphet en cuya puerta había un policía, literalmente tirado en una silla, cuya función era mover la cabeza ligeramente para decirte que podías entrar al enseñarle la entrada. Aquí vimos sus preciosos chedis.
La última parada
Al salir, fuimos a la que sería la última parada del viaje: Wat Lookayasutharam. Para salir primero de la zona del templo Wihan Phra Mongkhon Bophit, recuerdo que quisimos saltarnos una valla que estaba llena de maleza, pero justo en ese momento, algo movió toda la hierba y salió corriendo a una velocidad increíble. Seguramente fuera un varano. No tenía ni idea de que podían alcanzar esas velocidades. Al final decidimos no saltar la valla por obvias razones.
Callejeamos un poco hasta llegar al Wat Lookayasutharam, del que apenas quedan ruinas, pero sí un buda reclinado de 37 metros de largo y 8 metros de alto. Estaba en mitad de la calle casi, por lo que era gratuito.
Eran las 16:00 y nos moríamos de hambre (que ahora que recuerdo, llevábamos desde el segundo templo buscando un sitio para comer). Justo delante del buda había un restaurante donde los precios eran muy asequibles, aunque la comida no era la gran cosa. Por 60 baht me comí un arroz con una tortilla que llevaba carne y zanahoria. La carta está en inglés, pero sin fotos. Éramos los únicos exceptuando a una pareja de españoles.
Mientras descansábamos yo decidía que íbamos a hacer. Quería visitar Wat Chaiwatthanaram y Wat Phu Khao Thong, pero los dos sitios estaban lejos. Aquí es donde decidí que si alguna vez volvía, alquilaría unas bicicletas o un tuktuk. Al final decidimos volver a Bangkok.
Tuk tuk, tren y autobús
La vuelta fue un poco locura. Pillamos un tuk tuk (el primero) que nos llevó hasta la estación de trenes. Fue una vuelta curiosa ir por la carretera en esa carreterilla mientras veíamos todos los templos que habíamos visitado ese día. Se nos hizo el trayecto cortísimo.
En la estación de tren decidimos comprar el billete más barato que salía en una hora (supuestamente). Nos costó solamente 15 baht, lo que no sabíamos era que esperaríamos dos horas porque llevaban un gran retraso. Se nos hizo de noche mientras esperábamos literalmente en las vías del tren.
Cuando conseguimos subir, a las 19:00, el tren por dentro parecía que iba a romperse en cualquier momento. Era muy viejo y los asientos incómodos.
A las 20:30 llegamos a Bangkok y nos montamos en un autobús que solo nos costó 8 bahts, eso sí, casi no había asientos y por dentro era muy raro. Gracias a este bus pasamos por delante de Chinatown a la cual nos quedamos con ganas de ir.
No recuerdo si esa noche salimos por Khao San Road, seguramente sí. Solo recuerdo que estábamos reventados. Con esto, terminaría mi viaje a Ayutthaya, un lugar del que me había enamorado.
Al día siguiente le diríamos adiós a Bangkok para conocer las famosas playas de Tailandia:
Tailandia día 3: vuelo a Phuket