En mi segundo día por la prefectura de Aichi haría una escapada a la prefectura de Gifu, situada justo al lado. Mi objetivo era conocer lugares emblemáticos del samurái y daimyo Oda Nobunaga (1534 – 1582). Aquí te cuento mi viaje a Gifu y a Kiyosu.
El castillo de Kiyosu
2 de marzo de 2020
Como es normal en mis viajes, nos levantamos temprano porque nos esperaban muchas visitas este día. Cogimos nuestras cosas y nos montamos en un tren con dirección Kiyosu. Es un destino muy desconocido entre los turistas a pesar de que guarda mucha relación con Oda Nobunaga. Aquí se vivieron momentos importantes para Japón como la alianza entre Oda y Tokugawa Ieyasu (1543 – 1616), quien se convertiría años después en el shogun de Japón.
Su principal atracción es su castillo, el cual en sí es muy pequeño, pero os aseguro que es precioso. Para llegar hasta él tienes que cruzar un puente desde donde puedes obtener una fotografía perfecta para enmarcar. Como era muy temprano, pasadas las 8:00, permanecía cerrado, por lo que nos quedamos con ganas de acceder al interior. A día de hoy forma parte de mis castillos favoritos de Japón.
Llegamos a Gifu
Para nuestra siguiente parada cogimos un tren con dirección a Gifu. El trayecto duró unos 40 minutos. Antes de ir a su castillo, hicimos una parada en el templo Shobo. Un templo pequeño que guarda en su interior una de las estatuas más grandes de Buda sentado de Japón, con 13,63 metros de altura. Además, es el Buda de laca seca más grande del país. El espacio interior es muy pequeño por lo que da la impresión de que la estatua es mucho más grande de lo que es.
Tras ello, decidimos subir al castillo, situado en la cima del monte Kinka. Teníamos dos opciones: usar el teleférico o ir andando. Como queríamos ahorrar un poco, decidimos hacerlo andando. La subida no la recuerdo del todo durilla, pero sí sé que me cansé. Tardamos casi una hora en llegar hasta la cima.
Una vez conseguimos quitarnos de encima los arboles, se nos presentó el famoso castillo de Nobunaga. Era pequeño, pero sus colores le hacían ver precioso. Una tonalidad gris con blanco y un poco de dorado creaban un tono perfecto. Es uno de los castillos construidos a más altura de Japón, a 329 metros.
La bajada en teleférico
A la hora de bajar teníamos las mismas dos opciones de antes: bajar andando o hacerlo en el teleférico. Estaba tan casada que decidimos hacerlo en teleférico y no me arrepiento de nada. Durante la bajada veíamos toda la ciudad a nuestros pies. Gifu no es una ciudad muy grande.
Al bajar, dimos con una pagoda de tres pisos rodeada de árboles. Se encontraba dentro del parque de Gifu, al que apenas vimos. Me llamó mucho la atención una sección dedicada a la paz entre China y Japón, un jardín de estilo chino con una puerta muy típica de esta cultura.
Inuyama
Tras dejar atrás el parque, cogimos un bus en dirección a la estación de trenes y de allí, un tren a Inuyama. Aquí creo que los planes salieron un poco mal por falta de organización. Al bajar en Inuyama estábamos lejísimos del castillo. A unos 35 minutos andando. En vez de tomar el camino corto, decidimos dar un rodeo para observar el castillo desde la otra orilla. No podíamos dejar de ver una cara, como si el castillo tuviera ojos y un bigote.
Cuando por fin conseguimos atravesar la orilla, casi no nos quedaba tiempo. Inuyama es uno de los doce castillos originales que aún se preservan en Japón, de ahí su importancia. Yo quería entrar, pero mi compañero me insistía en irnos porque no podíamos llegar al último punto del viaje.
Recuerdo que la calle que conduce al castillo estaba llena de tiendas tradicionales. Lo vi como un lugar perfecto para pasear. Recuerdo que me sorprendió también la gran cantidad de turistas que había aquí a pesar de las restricciones.
Un templo demasiado peculiar
Muchos saben que Japón es un país raro a veces y este santuario lo confirmó todo. El santuario Honen, en la ciudad de Komaki, está dedicado al miembro masculino. Aquí encontramos estatuas, decoraciones, piedras, cuadros y todo lo que uno pueda imaginarse relacionado con esto.
Debo reconocer que, aunque no fue del todo mi agrado, ha sido uno de los santuarios más raros en los que he estado. Que algo así exista en España es imposible, por lo que me chocó bastante ver que aquí se trata con tanta normalidad. Incluso un santuario solo dedicado a esto.
Después de esto regresamos a Nagoya para cenar y coger un autobús nocturno de vuelta a casa. Así terminaría mi viaje a Gifu y mi viaje a la región de Chubu.
El próximo viaje lo haría por mi prefectura:
Japón día 23: el templo de Narita y las calles de Katori