Este fue mi primer viaje largo en Japón. Cuando lo planeé, no tenía ni idea de lo que estaba a punto de ver. En esta entrada te contaré mi viaje a Hiroshima.
Avión hacia Hiroshima
17 de julio de 2019
Nos levantamos muy temprano porque teníamos que coger un avión con destino a la ciudad de Hiroshima. Fue un viaje bastante corto, apenas hora y media de vuelo.
El aeropuerto de Hiroshima se encuentra a las afueras por lo que tuvimos que coger un autobús lanzadera que nos llevara a la ciudad. El trayecto me pareció increíble porque fue entre montañas con mucha vegetación de color verde intenso.
En una hora nos plantamos en la estación de trenes principal de Hiroshima listos para comenzar la aventura.
Mi primer jardín japonés
La primera parada era el jardín Shukkeien, también conocido como «el jardín de los paisajes reducidos» y es que los elementos como valles, montañas y bosques están representados en miniatura.
El jardín en sí no es muy grande, en menos de treinta minutos te lo recorres entero, pero la experiencia de poder perderte por el camino mereció mucho la pena. Fue mi primer jardín japonés y guardará siempre un hueco en mi corazón.
Hora de comer
Al salir eran ya las 14:00 y estábamos hambrientos. Queríamos probar el plato estrella de Hiroshima: el okonomiyaki. Habíamos leído muchas recomendaciones sobre establecimientos que ofrecían este plato, pero el que sin duda nos llamó la atención fue un edificio de varias plantas con 27 restaurantes especializados solamente en okonomiyaki. El edificio se llama: Okonomimura.
Una vez estábamos ahí fue difícil escoger uno. Miramos fotografías y detalles de cada uno y decidimos ir a uno que preparaban okonomiyaki de queso. Al entrar, todos esos restaurantes eran abiertos y muy pequeños. Solo disponían de una barra delante de la propia cocina.
No había mucha gente, éramos los únicos clientes de nuestro puesto. La mujer que nos atendió habló mucho con nosotros mientras nos preparaba el plato delante nuestra. Nos dejó tomar vídeos mientras nos explicaba cómo lo hacía. Fue muy amable con nosotros.
En cuanto al plato en sí, no me pareció gran cosa. Había probado otros en España (bastante españolizados) y en comparación el sabor era muy suave.
Un lugar histórico
Nuestro siguiente destino era la estrella de la ciudad: el Parque de la Paz. Primeros vimos el famoso Genbaku Dome, el único edificio cerca de donde cayó la bomba atómica que aún se conserva. Es increíble cuando por fin consigues ver eso que tantas veces has visto en la televisión.
El parque, aunque era miércoles, estaba muy a animado. Había muchísima gente, especialmente en la zona del Museo de la Paz. Me sorprendió mucho que solo costara 200 yenes, con taquillas gratuitas para dejar las mochilas.
La primera impresión que me dio el museo fue de bienvenida. Estaba todo preparado para recibir a extranjeros, lo cual fue un punto muy positivo.
Se divide en varias salas que cuentan toda la historia de la caída de la bomba y las consecuencias. Había muchos testimonios y objetos reales de las víctimas. Muchísimas imágenes durísimas de destrucción. Nunca antes he estado en un museo más angustioso que ese. Había mucha gente llorando mientras leían los paneles informativos. Yo iba con un nudo en el pecho.
Lo que más me llamó la atención es que en ningún momento se señala quién fue el culpable, como si quisieran olvidar lo que pasó y seguir adelante.
Cuando salí del museo y vi la Llama de la Paz y el Genbaku Dome, sentía que ahora todo cobraba otro significado. Es un museo muy duro, pero que recomiendo muchísimo ir.
El castillo
Al despedirnos del parque fuimos hasta nuestro último destino: el castillo de Hiroshima. Evidentemente, lo que queda de él es una reconstrucción ya que fue arrasado con la bomba. Era un castillo pequeño, nada del otro mundo. Lo más bonito tal vez sea el pozo y las murallas que rodean a la edificación.
Al acabar, cogimos un tren dirección a Hatsukaichi la cual se convertiría en nuestra base para los siguientes días.
Aún nos quedaba ver el otro punto turístico más importante de Hiroshima, pero antes nos pasaríamos por la ciudad de los samuráis:
Japón día 3: el gran puente de Iwakuni