Kamakura es una ciudad llena de templos que ya había visitado en 2016. Quería volver aquí y seguir descubriendo muchos otros que no tuve tiempo en la primera vez. De camino, aprovecharía para conocer Enoshima. Aquí os cuento mi viaje a Kamakura y Enoshima.
De vuelta a Kamakura
17 de octubre de 2019
Como excursión de un día, partimos muy temprano hacia Kamakura bajándonos en la estación norte de trenes. Allí comenzaríamos el día visitando primero el Templo Jochiji, del que habíamos leído que no era la gran cosa, por lo que solo nos conformamos con sacar algunas fotos espectaculares de su entrada antes de continuar.
La primera parada propiamente dicha fue el Templo Kencho-ji cuya puerta de entrada me dejó sin palabras. Me sentía pequeña cuando pasé por el medio, sumado a que se le notaba el paso de los años, lo que le otorgaba un aire de mucha más importancia.
Fuimos viendo los pabellones que conforman el templo sin tener mucha idea de lo que veríamos. Me sorprendió mucho ver una estatua de Jizo Bosatsu tan grande dentro de un edificio que parecía abandonado ya que se notaba que hacía tiempo que no le hacían una renovación.
Otro pabellón que me sorprendió gratamente fue el Salón del Dharma por su dragón pintado en el techo. Cualquiera pensaría que es una imagen impresa. Y para finalizar, llegamos hasta el final del templo en el que hay un precioso estanque. Tengo que reconocer que este templo que me gustó bastante.
Redescubriendo templos
La siguiente parada fue el Santuario Tsurugaoka Hachiman, tan abarrotado como siempre. Dimos un ligero paseo por todo el complejo llegando a presenciar una boda en el escenario que hay frente a las escaleras. También nos encontramos a unas simpáticas ardillas en uno de sus puentes.
Eran cerca de las 12 y nos empezó a dar hambre por lo que paramos en el primer sitio que encontramos. Una cafetería en la que solo había japoneses donde comimos un ramen (no fue gran cosa) y de postre, anmitsu. En su momento no me gustó demasiado, supongo que ahora cambiaría de opinión.
Muy cerca estaba el templo Jufukuji con su preciosa entrada por la que pasamos. No le dedicamos mucho tiempo pues pusimos rumbo al Santuario Zeniarai Benzaiten Ugakufu, un templo que ya había visitado en 2016. Fue genial volver a estar allí. Siento que disfruté mucho más la visita que la primera vez, tal vez porque sentía que había mucha menos gente.
Después visitamos el que se convirtió en mi santuario favorito de Japón durante mi primera visita a este país: el Santuario Sasukeinari. Para mi desgracia estaba todo destrozado. La semana anterior había habido un horrible tifón que tiró encima un árbol, por lo que gran parte del santuario estaba en ruinas. Fue una pena verlo en esa condición. Decidí apoyarlo comprando un amuleto que guardo con cariño.
Llegamos a Enoshima
Antes de poner rumbo a Enoshima fuimos caminando hasta el templo Kotoku-in, el de Gran Buda, pensábamos entrar en un principio, pero como sabíamos que la estatua no era la gran cosa, decidimos dejarlo pasar (ya habíamos estado en 2016).
Cogimos un tren con dirección a Enoshima y debo reconocer que ha sido de los más raros que he cogido en Japón ya que atravesaba callecitas con las puertas de las casas justo delante. Eso sin contar que tenía un toque retro.
Al bajarnos ya se veía la isla de Enoshima a lo lejos. Cruzamos un largo puente hasta llegar hasta ella. Como era mi primera vez no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar y eso es algo que jugó a su favor. La calle que lleva a su santuario estaba llenísima de gente, pero cuando ves la gran puerta de entrada se te olvida todo.
El santuario en sí no parecía gran cosa, pero las leyendas que rodeaban a esta isla, sí que eran muy interesantes. Se dice que la diosa Benzaiten hizo surgir una isla desde las profundidades del mar para proteger a los aldeanos que estaban sufriendo desastres naturales ocasionados por Gozuryū, un dragón de cinco cabezas. Este dragón se enamoró de Benzaiten quien prometió casarse con él si empezaba a proteger a los humanos. Es por ello que por toda la isla se puede encontrar la imagen de un dragón y dicha diosa.
Nos adentramos aún más en la isla atravesando caminos estrechos hasta llegar a las cuevas Iwaya, cuya leyenda dice que conectan con la Cueva de Hielo del Monte Fuji. Queríamos entrar pero estaba cerrada por los daños ocasionados por el tifón de la semana anterior. Nos conformamos por dar un paseo por la isla y acabar viendo el anochecer con el Monte Fuji de fondo.
Así concluía mi viaje a Kamakura y Enoshima. Sin duda Enoshima pasó a convertirse en uno de mis lugares favoritos de Japón.
En siguiente viaje saldría de la región de Kanto a descubrir un lugar muy famoso:
Japón día 13: el castillo de Matsumoto y el pueblo de Takayama