Cuarto día en Irlanda y listos para embarcamos en una excursión de un día a la ciudad de Kilkenny. Nuestro objetivo era conocer su castillo, pero acabamos enamorándonos de otros lugares. Aquí te cuento mi viaje a Kilkenny.
El castillo de Kilkenny
17 de abril de 2018
Para llegar a este pequeño pueblo decidimos usar el autobús. No sé la razón porque viendo ahora las alternativas, el tren nos hubiera sido más cómodo y un pelín más barato. Nos plantamos allí muy temprano, alrededor de las 9:30. Nos dejaron en la calle Ormond Road, justo al lado del castillo, por lo que fue nuestra primera parada.
Si no recuerdo mal, la entrada nos costó unos 7€. Decidimos entrar primero a ver la edificación y dejar el jardín para después. Paseamos por todas las habitaciones y lo recorrimos con bastante libertad ya que apenas había turistas. Nos quedamos maravillados ante lo lujoso que se veía todo.
Entre mis habitaciones favoritas estaban una que tenía unos cuadros enormes, la habitación que parecía un estudio y, por supuesto, la galería. Tengo que reconocer que merece la pena entrar aquí.
Una vez fuera, dimos un paseo por su extenso jardín verde que parecía el fondo de pantalla de Windows. Estuvimos corriendo, tirándonos en el césped y disfrutando el momento. El jardín, al contrario que el castillo, es gratuito.
Visitando las catedrales
En torno a las 12:00 comenzamos a descubrir este pueblo. Las calles eran estrechas, pero se hacían acogedoras. Kilkenny me estaba gustando. Tal vez porque no era tan grande como Dublín, sino más pequeño y familiar.
En poco tiempo llegamos a la Catedral de Santa María a la que entramos, siendo la primera iglesia/catedral a la que accedíamos en Irlanda. Su estilo arquitectónico gótico me dejó sin palabras. Me gusta mucho el diseño gótico con los arcos puntiagudos, por lo que estaba claro que esta catedral me iba a fascinar. Me gustó especialmente el ábside con su decoración dorada.
Después, pusimos rumbo a la segunda catedral, pasando por delante del museo Smithwick, antigua marca de cerveza de la ciudad. A lo lejos ya se veía la torre.
La Catedral de San Canice se encuentra encima de una pequeña cuesta y delante de ella, un cementerio. Aunque era mucho más pequeña que la de Santa María, por fuera me resultó mucho más interesante. En este caso, ni entramos a la catedral ni subimos a la torre. Nos conformamos con pasear por los alrededores.
Pub irlandés
¿Recordáis que había dicho que en el jardín del castillo nos habíamos tirado por el césped? Bueno, no todos. Y más que tirar, rodaron por el suelo. La hierba, además, estaba húmeda, por lo que mis compañeros querían buscar una lavandería antes de regresar. Como los demás estábamos agotados, decidimos esperar en este pub.
Fue un acierto total. Se trataba de un pub bastante grande, con escenario para música en vivo. Éramos los únicos clientes, pues eran tan solo las 14:00. Yo me pedí una soup of the day y creo recordar que fue la mejor que probé en toda Irlanda. Los trabajadores fueron super amables con nosotros y nos trataron genial. Por ejemplo, un compañero se pidió un café irlandés, le advirtieron que no les quedaba crema de leche, pero aún así lo pidió. A la hora de cobrarnos, le regalaron el café porque decían que no era un café irlandés auténtico. Ojalá pudiera volver algún día a este sitio porque es de lo que más recuerdo de Kilkenny.
Después de eso nos fuimos a la zona donde nos recogería el bus. Allí nos metimos en una cafetería donde tomamos postres y batidos. Así terminaría mi viaje a Kilkenny.
Al día siguiente visitaríamos el que sería mi lugar favorito de toda Irlanda y uno de mis imprescindibles del mundo entero:
Irlanda día 5: los acantilados de Moher