El segundo día en tierras belgas pintaba bien. No había previsión de lluvia aunque había estado lloviendo durante toda esa semana, hacía un día perfecto para dar por comenzado mi viaje a Brujas y Gante.
Comienza la aventura
23 de marzo de 2018
Mi compañera y yo nos levantamos mejor que el día anterior y es que estábamos durmiendo en sofás, por lo que la comodidad brillaba por su ausencia. Nos despedimos de mi amigo y nos fuimos a la estación de trenes. Nuestra misión era conocer por la mañana Brujas y durante la tarde Gante, algo duro y apresurado, pero no imposible. Compramos los billetes y nos subimos al tren. La experiencia en este medio de transporte reconozco que fue positiva. Íbamos cómodas y disfrutamos del paisaje. Se me pasó el tiempo volando.
Primera parada: Brujas
Llegamos al primer destino, la ciudad de Brujas, y estábamos emocionadas, ya que se dice que esta ciudad es una de los más bonitas del mundo. Lo primero que vimos fue el parque Minnewater y su lago del amor que estaba repleto de preciosos cisnes.
Nos adentramos por sus calles y por sus canales y estábamos maravilladas, parecía que la habían sacado de un cuento Disney. Mirábamos todos los edificios con detalle, los cuales tienen un algo mágico, no sé cómo describirlo, es algo que he notado en toda Bélgica. Aunque estaba atestado de turistas, la ciudad desprende tanta magia que eres capaz de ignorarlos a todos.
Llegamos a su catedral, la cual, sinceramente, por fuera deja mucho que desear. Después de haber visto otros lugares más ostentosos, éste parecía soso y simplón.
Continuamos recorriendo sus calles deteniéndonos a cada momento para echar fotografías. Finalmente llegamos hasta la plaza principal con su impresionante Campanario (Belfort). No es que fuera más bonita que la Grand Place de Bruselas, pero aun así era preciosa. Entramos en su patio interior y encontramos un buen sitio detrás de la torre donde nos echamos unas fotos increíbles. Fue mi lugar favorito de esta ciudad.
Al salir nos pasamos por la Basílica de la Santa Sangre, que aunque era pequeña, su diseño exterior me gustó bastante. Lo mismo me pasó con el Brugse Vrije. Y para finalizar por esta zona, pasamos por la famosa calle Blinde-Ezelstraat.
Antes de visitar el último punto que teníamos pensado nos detuvimos en uno de los lugares más fotografiados de la ciudad desde donde saqué la foto de abajo.
Nuestra última visita fueron unos molinos de viento. Fue la primera vez que veía uno. Aunque estaban alejados, nos sirvió para conocer más sobre la zona no turística. Y es increíble el encanto de las casas y de las calles que no se pierde ni aunque vayas alejándote del centro.
Segunda parada: Gante
Aunque nos hubiera encantado habernos quedado allí más tiempo, sabíamos que iba siendo hora de poner rumbo al segundo destino. En la estación compramos los billetes y recuerdo que fuimos a preguntarle a unas muchachas si el tren iba para Gante y resultaron que eran españolas. Esto es algo que todavía no he comentado, pero Bélgica está lleno de españoles. Creo que solo llegué a usar el inglés en una ocasión.
Desde la estación de trenes fuimos caminando hasta llegar al centro, para ser exactos a la Catedral de San Bavón. Me seguía sorprendiendo la arquitectura de estos edificios con una gran torre frontal que sobresale del resto.
Siguiendo esa misma calle nos encontramos muchos puntos de interés como el Campanario de Gante, la Iglesia de San Nicolás y la Iglesia de San Miguel. Todos preciosos. Por último visitamos Gravensteen, su castillo, el cual sorprende porque se encuentra en mitad de la calle.
Después de eso, con los pies reventados, decidimos volver a Bruselas a descansar. Nos pasamos toda la tarde viendo las fotos y contándole a mi amigo cómo nos fue porque él aún ni había ido. Así terminaba mi viaje a Brujas y Gante.
Si creíamos que habíamos andado mucho, en el último día caminaríamos el doble:
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