Bélgica sería el segundo país que visitaría en mi vida. Un amigo vivía allí y me invitó a echar un fin de semana por lo que no dudé ni un momento. Aquí os hablaré de mi primer día en mi viaje a Bruselas.
Llegamos a Bruselas
22 de marzo de 2018
El viaje comenzó en el aeropuerto de Sevilla con una hora de retraso. Este viaje lo realizaría con una amiga así que al menos la espera no se me haría muy larga. Llegamos al aeropuerto de Charleroi entrada la noche y cogimos un bus que nos llevó hasta Bruselas. A las 1:30 de la noche estaríamos recorriéndonos la ciudad cargando las maletas buscando la casa de mi amigo. Llegamos sanas y salvas y nos fuimos a dormir pronto porque al día siguiente teníamos mucho por ver.
Recorriendo la ciudad
23 de marzo de 2018
Nos levantamos temprano despidiéndonos de mi colega quien tenía trabajo. Nuestra primera parada fue el Parque del Cincuentenario con su impresionante arco. Nos echamos muchas fotos, yo con un abrigo muerta de frío y mi amiga en manga corta.
Fuimos recorriendo todo el barrio mirando los edificios pues la gran mayoría eran de la Unión Europea o embajadas. Me hubiera gustado conocer el Parlamento Europeo, pero me quedé con las ganas porque quería ver otros puntos y no disponíamos de demasiado tiempo.
La siguiente parada fue la Catedral de San Miguel y Santa Gúdula, la que se convirtió en mi iglesia favorita del país. Su diseño por fuera me cautivó, pero su interior me dejó sin palabras, especialmente su púlpito. Aunque no es tan grande como otras que he visitado en España, debo reconocer que esta tiene algo que me enamora.
La Gran Plaza y la calle de chocolate
Al salir paramos a comprar recuerdos. Me tiré bastante tiempo intentando decidirme por un imán porque tomé la decisión de comprar uno por cada país que visitara, convirtiéndose el de Bélgica en el primero de mi colección.
Seguimos nuestro recorriendo viendo la Iglesia Sainte Catherine que después de la anterior ésta la olvidaríamos al poco rato. Sin embargo, el plato fuerte estaba a punto de llegar porque andábamos cerca de la Grand Place.
Este lugar es simplemente impresionante. Todos los edificios que rodean esta plaza están cargados de detalles dorados que te hacen sentir pequeño. Aunque estaba abarrotada de gente eso no le quitó ni el más mínimo encanto al lugar.
Siguiendo la recomendación de mi colega, nos metimos por una calle que olía literalmente a chocolate. Toda la calle estaba llena de chocolaterías que te hacían babear. Lo que más captó mi atención fueron las obras de arte que se creaban con este dulce, figuras de todo tipo y de todos los tamaños.
El niño meón
Continuamos por aquí maravillándonos con los gigantescos murales que te encuentras donde menos te esperas. Recuerdo que aquí había uno de Tintín bajando unas escaleras. Al salir de la calle dimos con el famoso Manneken Pis, un símbolo de Bruselas. Si no hubiera sido porque lo había leído antes, me hubiera decepcionado, porque es muy muy pequeño. Aprovechamos también para buscar a la niña y el perro (Jeanneke Pis y Zinneke Pis).
Por último veríamos la última iglesia del día Iglesia Notre-Dame de la Chapelle. En verdad tenía muchos sitios más apuntados, pero nos dolían los pies a rabiar. Eran ya las cinco de la tarde y estábamos muertas de sueño de la noche anterior.
Comiendo gofres
Volvimos a Grand Place y nos sentamos a esperar a mi colega. Me acuerdo muy bien del frío que hacía. Estaba temblando y los labios se me resecaron, algo que nunca antes me había pasado (no olvidemos que vivía en el sur de España).
Cuando llegó mi colega nos llevó a su tienda de gofres favorita en la calle que huele a chocolate (aunque la han cambiado de sitio) y acabaría, por fin, probando los famosos gofres de Bruselas. No sé cómo describirlo, solo decir que estaba DELICIOSO. El mejor gofre que he comido hasta la fecha.
Y ahí estuvimos los tres, muertos de frío en la Gran Place, pero felices con nuestros gofres. Después de eso volveríamos a casa a descansar dando por finalizado mi viaje a Bruselas, o al menos el primer día.
Al día siguiente visitaríamos dos ciudades muy famosas:
Bélgica día 2: Brujas y Gante en un día